Santos Cerdán salió del congreso federal del PSOE celebrado en Sevilla ahora hace un año reelegido como secretario de Organización. Pedro Sánchez decidió seguir confiándole el control del partido pese a que, según varios cargos consultados, estaba "cuestionado políticamente" por su cercanía a José Luis Ábalos y a Koldo García. Ambos estaban ya imputados en aquel momento por integración en organización criminal, cohecho, tráfico de influencias y malversación de caudales públicos en la presunta trama de corrupción que empezó a desmadejarse por el cobro de comisiones en la venta de mascarillas durante la pandemia y, desde este jueves, en prisión preventiva por riesgo "extremo" de fuga.
El político navarro había sido quien introdujo a Koldo en el círculo próximo al presidente del Gobierno en las primarias socialistas de 2017 en las que se volvió a hacer con el liderazgo de la cúpula de Ferraz frente a Susana Díaz. También quien se lo puso "en suerte" a Ábalos para que fuera su "hombre para todo" en el Ministerio de Transportes, epicentro de la supuesta red de cobro de mordidas por amañar licitaciones de obras públicas en la que la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil terminó atribuyendo al propio Cerdán un "papel directivo".
Los resultados de las investigaciones de la división de elite del Instituto Armado se conocieron seis meses y medio después de que hubiera sido reconfirmado como número tres del organigrama del PSOE -número dos de Sánchez a efectos prácticos-. "En el congreso de Sevilla había run-run, pero no sospechas como tales. El cuestionamiento de Cerdán era político, por el equipo que había formado con Koldo y Ábalos. Pero no había una idea asentada de que él estuviera implicado en temas de corrupción", explica uno de los asistentes al máximo órgano del partido.
Diez días antes de la cumbre socialista de Sevilla, Víctor de Aldama, considerado por la UCO como el "nexo corruptor" de la presunta trama, había declarado en la Audiencia Nacional que le había entregado 15.000 euros en efectivo a través de Koldo por su intermediación en una licitación en el País Vasco. En su intervención en aquel cónclave, antes de que fuera reconfirmado como secretario de Organización, Cerdán se presentó a sí mismo como víctima de una "una estrategia de acoso y derribo" y una "cacería humana" a través de "mentiras propagadas rápidamente incluso en sede judicial", en alusión implícita a la acusación del empresario.
"No sé si a más alto nivel, pero desde luego en el partido en general no se sospechaba. Si yo hubiera tenido la más mínima sospecha sobre corrupción lo hubiera trasladado", añade otro dirigente que apunta que, no obstante, sí se comunicaron internamente quejas a la dirección por parte de algunas federaciones "por cómo estaba conduciendo lo orgánico". Aun así, Cerdán se fue de la capital andaluza aplaudido como máximo responsable de la fontanería interna del PSOE -puesto en el que había sustituido a Ábalos en 2021 tras su destitución como ministro tras la pandemia- hasta su dimisión forzosa en junio de este año. Sólo 15 días después entró en prisión, de la que salió la semana pasada al considerar el Tribunal Supremo "seriamente mitigado" el riesgo de destrucción de pruebas.
Cerdán era para Sánchez un "amigo". Así se refería a él. Puso la mano en el fuego por él en Sevilla, pese a su proximidad con Ábalos y Koldo, y volvió a quemarse por él en junio, hasta que el informe de la UCO fue una suerte de sopapo en la mejilla. "Lo pasó muy mal. Se resintió mucho. Adelgazó. Era una persona de su máxima confianza y lo traicionó", explica una persona muy cercana al presidente del Gobierno. "Estaba destruido. Es una traición personal de una brutalidad tremenda", añade otra que trabaja codo con codo con él.
Sánchez tenía en Cerdán a uno de los arquitectos y sostenes de su gobernabilidad. Fue el encargado de abrir el canal de comunicación con Junts -llegó a entablar amistad con Jordi Turull- y mantenía interlocución con los independentistas vascos. Además, llevaba las riendas del partido, para que su jefe se centrara en gobernar. Pendiente de surfear la fragilidad parlamentaria, el presidente del Gobierno le entregó su confianza, el poder. "Pedro tenía absoluta confianza en él. Ha manejado el partido. Todo pasaba por él", señala un buen conocedor de la sala de máquinas socialista.
Suele ser habitual que cuando se gobierna, el partido se difumine, sobre todo si cuenta con escaso poder territorial, y Sánchez cerró la puerta del día a día para abrírsela a Cerdán. De ahí que, pese a que ya había disconformidad, reiterase su confianza en él. Toda. Cuando se publica el primer informe de la UCO no sólo traslada que hay que seguir creyéndole, sino que autoriza un comunicado del PSOE defendiéndole. "Visto con perspectiva, la noche del 11 de junio fue surrealista. Hablamos con el presidente, y nos dijo que había que esperar al informe -se publicó a media mañana del día 12-, que no íbamos a desconfiar de Santos después de todo este tiempo".
"Santos parecía un monje", describe una persona del núcleo duro del presidente del Gobierno, para justificar el que no detectasen ni se esperasen lo desvelado por la UCO. "Ábalos siempre ha sido más disfrutón. Santos era más parco, no muy sociable. Nunca en mi vida dudé", señalan quienes han trabajado con el ex secretario de Organización del PSOE. "Nos ha engañado. Nos mintió en la cara y le creíamos. Ahora vemos que es todo un engaño. Santos parece un psicópata, se cree que puede manipular a toda la opinión pública".