- MICHAEL STOTT
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Hay quien piensa que Trump está aplicando una nueva 'doctrina Monroe' en una región abandonada durante mucho tiempo por Washington y que ahora es clave para algunas prioridades del presidente.
Se trata de la mayor demostración de poder militar estadounidense en el Caribe en décadas: una flota naval capaz de lanzar cientos de misiles Tomahawk, escuadrones de fuerzas especiales a bordo de helicópteros y oleadas de ataques aéreos.
La ofensiva del presidente Donald Trump para combatir los cárteles que introducen drogas por mar en Estados Unidos también ejerce presión sobre Venezuela, un aliado regional clave de China y Rusia. Pero el espectáculo también apunta a un cambio más fundamental en la política exterior estadounidense, según los analistas, ya que Trump busca situar a su nación en el centro del hemisferio occidental.
Latinoamérica, una región largamente descuidada mientras Washington perseguía la guerra contra el terrorismo en Oriente Medio y la competición entre superpotencias en Asia, es clave para algunas de las prioridades más preciadas de Trump: detener la inmigración ilegal, asegurar la frontera terrestre sur, frenar el flujo de narcóticos hacia Estados Unidos y reducir la influencia china.
Trump también quiere moldear el futuro político de la región, recompensando a aliados como el presidente libertario de Argentina, Javier Milei, y castigando a enemigos como el líder izquierdista de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.
La determinación de Trump de reafirmar EEUU en su entorno cercano evoca una política establecida hace dos siglos por uno de sus predecesores, el presidente James Monroe, quien advirtió a las potencias europeas en 1823 que se mantuvieran alejadas del hemisferio occidental, que se convertiría en una zona de influencia estadounidense.
Su idea dio lugar a la doctrina Monroe y fue reforzada por un presidente posterior, Theodore Roosevelt, que en 1904 autorizó la intervención militar estadounidense en Latinoamérica para proteger sus intereses. Fue la era de la diplomacia de las cañoneras, la práctica de usar el poder naval para intimidar a otro estado, ahora revivida por Donald Trump.
El USS Gerald R Ford, uno de los portaaviones desplegados en el océano Atlántico.EFEEl actual presidente no ha pronunciado un discurso de segundo mandato en el que establezca una política específica para el continente americano. Sin embargo, en 2018 afirmó que Estados Unidos estaba "comprometido en el hemisferio occidental a mantener nuestra independencia frente a la intrusión de potencias extranjeras expansionistas". Una directiva de la Casa Blanca del mes de enero establece que "la política exterior de Estados Unidos defenderá los intereses fundamentales estadounidenses y siempre priorizará a Estados Unidos y a sus ciudadanos".
Algunos expertos afirman que Trump está aplicando su propia doctrina Monroe del siglo XXI, alejándose del mundo para centrarse en América, un continente culturalmente afín a Estados Unidos y rico en recursos naturales y oportunidades comerciales.
Ryan Berg, director del programa de las Américas del think tank CSIS de Washington, sostiene que la visión de Trump es que Estados Unidos sea la "potencia indiscutible y preminente del hemisferio occidental. Somos una superpotencia global. Así, ¿cómo puede una superpotencia global no prestar atención a su propia región?"
Agenda global
Antes de jurar su segundo mandato, Trump reflexionó sobre la ocupación de Groenlandia, la anexión de Canadá como el estado número 51 de Estados Unidos, la recuperación del Canal de Panamá y el cambio de nombre del Golfo de México a Golfo de América.
The New York Post resumió su visión en un titular de portada como La doctrina Donroe, un epíteto que entusiasmó tanto al presidente electo que publicó la portada en Truth Social.
Thomas Barnett, geoestratega militar estadounidense y autor de America's New Map, afirma que imperativos globales como la inmigración y el cambio climático, así como la necesidad de asegurar las cadenas de suministro, están moldeando el pensamiento de Trump.
Los primeros nombramientos del presidente estadounidense cuando asumió el cargo reforzaron la idea de que el continente americano era una prioridad. Eligió como secretario de Estado a Marco Rubio, hijo de inmigrantes cubanos y que habla español con fluidez. El segundo de Rubio, Christopher Landau, es otro hispanohablante que pasó parte de su infancia en Latinoamérica.
El primer viaje de Rubio al extranjero no fue a Europa ni Asia, sino a Panamá y Centroamérica, una señal de las nuevas prioridades de la Casa Blanca.
La propiedad panameña del canal, originalmente construido por Estados Unidos a principios del siglo XX, y su ubicación estratégica como cruce de caminos del continente, lo pusieron en la mira de Trump desde el principio.
A CK Hutchison, una empresa de Hong Kong, se le renovó la concesión para operar dos puertos en cada extremo del canal en 2021. Sin embargo, tras un aluvión de amenazas de Trump sobre la recuperación del canal, la Contraloría General de la República de Panamá ha presentado dos demandas ante la Corte Suprema para anular el acuerdo, argumentando su inconstitucionalidad.
El administrador de la Autoridad del Canal de Panamá, Ricaurte Vásquez, con el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, el pasado febrero.CONTACTO vía Europa PressEXPANSIONTrump también ejerció una fuerte presión en febrero contra México, amenazando con aranceles del 25% a menos que frenara los pasos ilegales de inmigrantes y combatiera a los traficantes de fentanilo. Dado que más del 80% de las exportaciones de su país dependen del mercado estadounidense, Claudia Sheinbaum, la presidenta izquierdista de México, no tuvo más remedio que obedecer.
Pero tras 10 meses de presidencia, los contornos de la política de Trump en el continente se están volviendo más claros. El presidente ha convertido la metafórica guerra contra las drogas de Richard Nixon en una literal, ordenando al ejército que vuele las lanchas rápidas que transportan drogas. Hasta el momento, al menos 21 embarcaciones han sido destruidas, con más de 80 muertos.
Si bien la política de "matar primero y preguntar después" ha alarmado a defensores de los derechos humanos y ha llevado a académicos a cuestionar su legalidad, encuestas recientes muestran que los estadounidenses están divididos al respecto. En Latinoamérica, donde los cárteles han expandido drásticamente su influencia y los ciudadanos claman por medidas enérgicas de orden público, pocos líderes han criticado la política de Trump.
Controlar la inmigración ilegal es otra prioridad de Trump. Detuvo una de las mayores migraciones masivas en la historia de Estados Unidos al cerrar la frontera terrestre con México a las entradas ilegales. Ha ordenado redadas generalizadas para deportar a quienes se encuentran en el país de forma ilegal.
Trump también ha dividido el hemisferio en aliados y enemigos. El argentino Milei, un alma gemela ideológica, fue rescatado con una línea de crédito estadounidense de 20.000 millones de dólares y compras de pesos en octubre, cuando los mercados actuaron contra la moneda argentina antes de unas elecciones de mitad de mandato clave.
Los adversarios de la izquierda, por otro lado, han sido castigados. Brasil recibió aranceles del 50% después de que Lula desafiara la presión para detener el juicio contra Jair Bolsonaro, aliado de Trump, acusado de conspirar para un golpe de Estado.
Trump ha aumentado la presión militar sobre el líder socialista revolucionario de Venezuela, Nicolás Maduro, calificándolo de líder ilegítimo y sugiriendo que sus días están contados.
Desconcierto
Para los latinoamericanos, que durante mucho tiempo se quejaron de ser el "continente olvidado" de Washington, el nuevo enfoque de Trump resulta desconcertante.
Los gobiernos de izquierda se quejan en privado de la intimidación y el imperialismo estadounidense. Los liberales están horrorizados por la disposición de Trump a pisotear las leyes de derechos humanos con los inmigrantes y los peligrosos precedentes que, según afirman, sienta con el uso unilateral de la fuerza contra las lanchas de narcotraficantes.
Una de las pocas naciones que se ha enfrentado a Trump ha sido Brasil. Tras la negativa del Gobierno de Lula a intervenir en el juicio de Bolsonaro, el expresidente fue debidamente condenado y sentenciado. Las encuestas mostraron un repunte de Lula, que respondió a las amenazas de Trump con una campaña nacionalista en redes sociales. Posteriormente, Trump cambió de postura, mostrando su disposición a dialogar con Lula, y ambos se reunieron por primera vez.
Las encuestas reflejan que los latinoamericanos tienen ahora una visión mucho más negativa de Estados Unidos. "Ciertamente he notado un aumento discreto del antiamericanismo", afirma un ex alto funcionario estadounidense que viaja por la región. No es explícito en las calles. Es más inestable: la gente puede estar de acuerdo con la línea dura contra las drogas y la inmigración, pero ¿aprecia la imposición arbitraria de aranceles o la interferencia en el ejercicio de la democracia en sus países?
En Colombia, donde el presidente Gustavo Petro ha enardecido a su base izquierdista atacando a Trump por todo, desde Gaza hasta el envío de tropas a ciudades estadounidenses, el sector privado presionó a la Casa Blanca para evitar desencadenar una reacción nacionalista como la registrada en Brasil.
"Petro quería aranceles a Colombia porque desprecia al sector privado", afirma el senador republicano de origen colombiano Bernie Moreno, que se reunió con Trump para hablar sobre Latinoamérica el mes pasado.
Trump detuvo una de las mayores migraciones masivas en la historia de Estados Unidos al cerrar la frontera terrestre con México a los inmigrantes ilegales.EFE"Mi visión es que, desde el extremo de Argentina hasta el extremo de Canadá, exista una alianza hemisférica occidental como el mundo nunca ha visto", explica Moreno. "Realmente tenemos todo lo que necesitamos aquí. Y tenemos estos dos grandes océanos [entre nosotros y el mundo]. Y podemos ser básicamente un hemisferio occidental completamente autosuficiente... Con EEUU como líder".
Venezuela, afirma, "representa una oportunidad ahora mismo como nunca antes lo fue". Como mayor enemigo de Estados Unidos en Latinoamérica desde hace tiempo, Venezuela y su veterano líder socialista revolucionario son la mayor prueba de poder hasta la fecha para la nueva política exterior de "Estados Unidos primero" de Trump.
El presidente estadounidense ha sido cuidadoso al no definir su objetivo final, una estrategia que, según los expertos, le brinda la oportunidad de definir la victoria en sus propios términos. Sin embargo, los riesgos que corre Trump también son mucho mayores. Su base de Make America Great Again (MAGA) se opone a las intervenciones militares en el extranjero y cualquier baja militar estadounidense podría resultar desastrosa.
Trump ha descrito el régimen de Maduro como una narcodictadura ilegítima, y Washington ha ofrecido una recompensa de 50 millones de dólares por su captura. En lugar de optar por la arriesgada opción de un cambio de régimen, Trump puede decantarse por la fuerza naval para lanzar misiles contra objetivos terrestres en Venezuela, llegar a un acuerdo con un Nicolás Maduro debilitado o con su sucesor, declarar la victoria y seguir adelante.
Hal Brands, profesor de asuntos globales de la Universidad Johns Hopkins, afirma que cualquier esfuerzo por derrocar a Maduro probablemente requeriría un gran despliegue militar y podría tener consecuencias desastrosas. "Supongo que si termina usando la fuerza contra Venezuela, será de una manera que le permita empezar y terminar en sus propios términos", señala.
También persisten dudas sobre si el presidente estadounidense puede construir alianzas duraderas ofreciendo incentivos y castigos al creciente grupo de líderes conservadores de la región, incluidos los de Ecuador, Paraguay, Argentina y El Salvador.
Trump rescató a Milei y este mes anunció un acuerdo comercial con Argentina y otros aliados.
Hasta ahora, sin embargo, pocos países de la región se han beneficiado económicamente de alinearse con Trump. El autoproclamado "dictador más cool del mundo mundial" de El Salvador, Nayib Bukele, un estrecho aliado de la Casa Blanca, recibió sólo 4,67 millones de dólares tras sellar un acuerdo según el cual Trump podría enviar deportados a una cárcel de máxima seguridad recién construida en El Salvador. Algunos creen que Trump simplemente no está interesado en construir alianzas duraderas en la región.
Brands, de la Johns Hopkins, señala que "la mayoría de las doctrinas son menos formales y están articuladas de forma menos coherente de lo que recordamos echando la vista atrás. La Administración Trump ha sido bastante clara sobre el hecho de que considera la reafirmación del poder estadounidense y la repriorización del hemisferio occidental como objetivos estratégicos importantes". Algunos informes desde Washington indican que las próximas estrategias de seguridad y defensa otorgarán una mayor prioridad al continente americano, lo que implicará una mayor proporción de los recursos militares y de inteligencia.
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