- EDITORIAL
La cotización en el Nasdaq evidencia la trasformación del minorista bajo Doug McMillon.
Los consumidores estadounidenses que fueron de compras a Walmart durante el Black Friday quizá no se dieron cuenta de que estaban visitando una sucursal del último valor tecnológico de moda. Pero tras medio siglo en la Bolsa de Nueva York, el gigante minorista de los descuentos está a punto de volver a cotizar en el Nasdaq, un índice que suele asociarse con start up de rápido crecimiento o titanes tecnológicos como Nvidia o Google. Que la que sigue siendo la empresa más grande del mundo por ventas pueda rebautizarse, al menos por asociación, como una acción de crecimiento es sorprendente. Esto dice mucho de su transformación bajo la dirección del consejero delegado Doug McMillon, que deja el cargo tras 12 años.
Walmart es la última de una serie de empresas que migran al Nasdaq, y dista de ser la primera en los segmentos de bienes de consumo o comercio minorista. Pero con una capitalización de mercado de 870.000 millones de dólares, es, con diferencia, la más valiosa en hacerlo. Además, no hace mucho parecía estar dejando de crecer.
McMillon tomó las riendas cuando Walmart luchaba por expandirse al comercio electrónico y corría el riesgo de ser superado por Amazon, que en 2015 lo adelantó en valor de mercado. Se lo veía como un operador despiadado y centrado en los precios, que arruinaba a las tiendas tradicionales mientras pagaba a sus trabajadores algunos de los salarios más bajos del comercio minorista estadounidense. Las ventas comparables llevaban varios trimestres estancadas. La exitosa transformación de Walmart por parte de McMillon deja dos lecciones importantes.
Una es el valor de tratar mejor a los empleados. En 2015, McMillon lanzó un plan de 2.700 millones de dólares para subir los salarios, que inicialmente fue recibido con una fuerte caída de las acciones. Pero mejorar los salarios iniciales, ampliar la baja por maternidad y paternidad y ayudar a los empleados a obtener titulaciones y cualificaciones mejoraron la imagen del minorista. Y lo más importante, elevó la moral, redujo la rotación de personal y mejoró la experiencia del cliente. Estas iniciativas han contribuido, sin duda, a cuadruplicar el precio de las acciones de Walmart bajo el liderazgo de McMillon.
La otra lección es el poder de invertir en tecnología, si se hace bien. McMillon ha duplicado su inversión de capital a más de 20.000 millones de dólares anuales, impulsando la transición de un gigante de las tiendas físicas a un minorista "omnicanal".
Las operaciones se están automatizando, y los centros de distribución regionales se están equipando con robots para ensamblar palés. Sin embargo, la decisión estratégica clave ha sido construir la operación de comercio electrónico de Walmart en EEUU utilizando sus 4.600 tiendas estadounidenses como centros logísticos para la recogida en tienda y las entregas a domicilio. Comparemos esta situación con Kroger, la mayor cadena de supermercados de EEUU, que optó por construir enormes y costosos centros de distribución en colaboración con la británica Ocado, pionera en la venta de comestibles en línea. Kroger anunció hace unos días el cierre de tres de los ocho almacenes automatizados ya construidos.
Si bien Walmart ha adoptado la IA en la cadena de suministro, las operaciones de tienda y las ventas en línea (incluida la asociación con OpenAI para vender a través de ChatGPT), ha buscado incorporar a su personal. McMillon ha afirmado que "la IA va a cambiar literalmente todos los empleos", y a eliminar muchos, pero ha insistido en que el objetivo del minorista es "crear la oportunidad para que todos puedan llegar al otro lado".
La avidez de las empresas por adquirir la pátina de los negocios tecnológicos recuerda al auge de las puntocom. Algunos temerán que se trate de una señal similar de la cima del mercado. Pero la reinvención de Walmart ha evitado que se convirtiera en una empresa del montón y la ha mantenido en el mercado; Forrester, un grupo de investigación, estimó el año pasado que Amazon y Walmart controlarían juntas dos tercios de las ventas en línea de 1,8 billones de dólares previstas en EEUU para 2029.
El ejemplo de Walmart también sugiere que la línea que separa las "acciones tecnológicas" de las empresas más tradicionales es cada vez más difusa. Ante la preocupación de que el potencial de la IA esté sobrevalorado, los inversores exigen pruebas de que los dólares invertidos en tecnología se están gastando adecuadamente. Pero si bien no todos se apresurarán a seguir a Walmart al Nasdaq, otras empresas líderes de la industria, las finanzas y el consumo también se verán presionadas para demostrar que cuentan con planes creíbles de transformación digital.
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