Agustín cuenta los chascarrillos que intercambiaron él y Santiago Abascal con la convicción de que ganó el suyo. Eran sobre las 17.00 horas del 21 de noviembre y el líder de Vox, que había estado en Navalmoral de la Mata (Cáceres) en un mitin con su candidato a la Junta de Extremadura, Óscar Fernández, se presentó en el bar de Agustín.
El local se llama Mirasierra y está junto a la gasolinera de Talayuela, a 12 kilómetros de Navalmoral. Al correrse la voz de que Abascal estaba allí, el bar se llenó de vecinos que querían fotografiarse con él. Y aquí viene la anécdota que Agustín repite un par de veces: «Él me dijo: 'Mucha gente y pocas copas'. Y yo le dije: 'Mucha foto y poco voto'».
La ocurrencia tiene su gracia pero quizás no estuviera del todo acertado Agustín en lo referente a que Abascal tenía pocos adeptos entre quienes lo retrataban. A tres semanas de las autonómicas, en las que el líder de Vox se ha volcado, la encuesta de Sigma Dos situaba a su partido con 8-9 diputados, 3-4 más que las pasadas.
El panorama que trazan los sondeos es que el PP, que alcanzó el Gobierno de la Junta tras pactar a regañadientes con los de Abascal, crecerá pero seguirá dependiendo de un Vox aun más fuerte y que ha puesto a María Guardiola en el punto de mira. Hasta el punto de que la campaña del 21-D se ha convertido en un intercambio de golpes entre Vox y PP más que de ambos contra el PSOE de Miguel Ángel Gallardo.
Los resultados de Vox en Talayuela son bastante curiosos. Miremos los de las últimas elecciones, las tres habidas en 2023. En las municipales, Vox cosechó 278 votos; en las autonómicas subió a 360, y en las generales, ya con el rostro de Abascal en el cartel electoral, alcanzó los 769, el 27,92%. En las anteriores generales, las de 2019, Abascal marcó un hito al convertir a Vox en la fuerza más votada en el municipio. Sumó 862 papeletas (33,6%), 13 más que el PSOE (33,15%) y 230 más que el PP (20,77%).
Estos resultados tan favorables y la presencia en Talayuela del presidente del partido ideológicamente más a la derecha alcanzan más trascendencia si se sabe que estamos en la localidad extremeña con más porcentaje de inmigrantes. Según los datos de 2024 del Instituto de Estadística de Extremadura (Ieex), 1.988 de sus 7.274 habitantes -el 27,33%- son extranjeros. Hay 28 nacionalidades: 24 rumanos, 18 franceses, ocho mexicanos, dos polacos, dos rusos, un ucraniano, un chino... Y 1.847 marroquíes. Un paseo por Talayuela deja claro que son abrumadora mayoría.
Comenzaron a llegar a finales de los 80 atraídos por la mano de obra que demandaba el boom del tabaco. En la zona se produce el 98% del cultivo nacional. Los bajos salarios y la temporalidad explican que la localidad sea el cuarto municipio con la renta más baja de toda Extremadura: 9.049 euros por persona en 2023.
A sólo 20 kilómetros está el pueblo más rico: Almaraz. «Ellos tienen la central nuclear y nosotros tabaco y espárragos», explica Youssef el desequilibrio económico. A la llegada de inmigrantes jóvenes en edad laboral y a su mayor tasa de natalidad se achaca que Talayuela sea un municipio muy joven: 39,7 años de media de edad en 2023, la más baja de la región.
Santiago Abascal durante su visita a Talayuela.VOXCon Youssef Meziane nos ha puesto en contacto el alcalde de Talayuela, el popular Roberto Baños. Lo sucedido en las últimas municipales en la localidad es prácticamente un calco a lo que aconteció en las autonómicas extremeñas. El PSOE consiguió más votos, pero la alianza del PP con Vox -en el caso de Talayuela también con la concejal de la regionalista Extremeñistas- aupó a María Guardiola a la presidencia de la Junta y a Baños a la del Ayuntamiento.
Cuando contactamos con el alcalde para anunciarle nuestra visita, le decimos que nos gustaría hablar con algún marroquí que lleve muchos años en el pueblo. Él menciona a Youssef. Es el nexo del Ayuntamiento con la comunidad magrebí, dice, una especie de mediador entre las dos culturas, un integrador.
A Youssef, de 36 años, lo convocamos en el bar donde a Abascal le vaticinan «más fotos que votos». Tomando café en la terraza, nos pone al tanto de los pilares básicos de su biografía. A Talayuela llegaron primero sus tíos y ya en 1996 su padre. La reagrupación familiar se produjo en 2000 cuando su madre, él y su hermano Younes se mudaron desde la ciudad marroquí de Meknes. Youssef tenía 10 años. Un tercer hermano nació ya en Talayuela.
Su primer destino fue la pedanía de La Barquilla, donde se alojaron en la casa que los empleadores de su padre les proporcionaron gratis. Al colegio entró en 6º de Primaria pasando antes por una clases de apoyo en la que eran siete marroquíes y una saharaui.
De aquella época, recuerda dos lecciones. Primera: «Un día empecé a quejarme a mi tío: 'En el colegio me llaman tal y cual'. Y él me dijo: 'Olvídate de contestarles. Haz amigos españoles. Cuando los tengas, dejarán de molestarte'».
Y segunda: «Había niños que me decían 'moro, moro, moro'. Fui a la directora llorando: 'Me están llamando moro'. '¿Sabes leer?'. 'Sí'. 'Busca en el diccionario «moro» y léelo en alto'. Ahí descubrí que moro no era un insulto. Ellos lo seguían diciendo pero a mí ya no me molestaba». [«Natural del África septentrional frontera a España», «que profesa la religión islámica», se lee en la primeras de la docena de acepciones de «moro» que recoge la Rae»].
Entre Bachillerato y FP, Youssef escogió lo segundo. Mientras finalizaba Administración y Gestión de Empresas, probó el kickboxing y en 2007, con 18 años, participó en su primer combate: «Ese día vi cómo gente que no conocía me animaba simplemente por ser del pueblo. Fue la primera vez que me sentí talayuelano», cuenta.
Entrenador desde 2010, imparte clases de kickboxing por la tardes, tarea que ha compaginado hasta hace poco con el empleo en el departamento de control de calidad de una empresa de material minero. Ahora quiere opositar a la Policía Municipal.
-¿Por qué tiene tantos votos a Vox en Talayuela? ¿Qué tiene que ver la inmigración con ello? -le preguntamos.
-En el pueblo no sentimos diferencia de trato, no notamos un aumento de la separación entre los ciudadanos. Luego la gente vota lo que quiere, el derecho al voto y a tener tus ideas lo protege la Constitución.
Un grupo de marroquíes en la terraza del bar Mirasierra.Youssef es oficialmente el mediador entre inmigrantes y locales desde que en 2022 se convirtió en secretario de la mezquita, aunque ya hacía de pegamento antes. El responsable religioso de la comunidad musulmana es el imán, explica, pero en el resto de asuntos el referente es él.
Se encarga de que los padres marroquíes acudan a las charlas de convivencia que dan en el colegio o de transmitir al alcalde que sería beneficioso ofertar más actividades deportivas. «El deporte fortalece la conexión entre los jóvenes talayuelanos independientemente de cuál sea su origen», dice.
Hasta dónde alcanza su popularidad lo comprobamos recorriendo Talayuela con él. Todos con los que nos cruzamos lo saludan, ya sea en árabe o en castellano: el grupo de niños que va en patinete, las jóvenes que parecen de compras por las bolsas de papel, la mujer que desde el balcón de un tercero se asoma con una bata de lunares: «Youssef, ¿cómo están tus padres?».
Ahora estamos en una esquina de la calle Martínez Camargo, hablando con Verónica sobre los éxitos del equipo de fútbol femenino, en el que juegan sus hijas de 13 y 7 años. «Dos partidos seguidos han ganado», dice. Conforme avanza la conversación, descubrimos que fue compañera de Youssef en el colegio y que es la número 2 de Vox en la localidad.
Verónica estuvo acompañando a Abascal en su recorrido por el pueblo. «Me dijo que cómo veíamos Talayuela, que sí los marroquíes se integraban con nosotros y le dijimos que sí, que sin problema, siempre hay excepciones pero que sin problema», cuenta. «Hubo cinco o seis marroquíes detrás de él, diciéndole: '¡Hijo de p..., racista!'. Y yo les decía: 'Que no es ser racista, que a ti no te va a echar del país, que no puede, que tú tienes papeles. Es contra la invasión que está habiendo, que esto se está llenando».
Santiago Abascal debía de referirse a ese incidente cuando, poco después, en un mitin en Badajoz, decía: «En todos estos días de paseo por Extremadura no ha habido un solo extremeño que me haya insultado por la calle, que me haya increpado o me haya hecho un reproche. [...] He dicho que no ha habido un solo extremeño que lo haya hecho, eso no quiere decir que nadie lo haya hecho. De hecho, en Talayuela me pegaron unas voces cuatro moros. Ya sabéis lo que dice el refrán: 'De fuera vendrán y de casa te echarán'».
-¿Por qué tanta gente vota a Abascal en Talayuela? -preguntamos también a Verónica.
-Porque lo que dice son verdades. España está cayendo y mucho. Se están cargando el país. España se está volviendo un país de vagos, se cobra más estando en casa que trabajando. Lo que pasa es que hay mucha gente mayor que no sale de «PSOE, PSOE, PSOE...». Pones a un burro de candidato del PSOE y sale el burro.
Verónica, que trata mucho con los inmigrantes porque es administrativa y les gestiona la documentación de sus negocios -«bares, peluquerías, tiendas, seguros, les hago de todo»-, nos descubre hasta dónde llega la labor de intermediación de Youssef. «Este verano, cuando los de los navajazos, lo llamaron a él. Un chico marroquí que no tenía papeles y que acababa de salir de la cárcel se vino a vivir aquí y la lió. Comenzó a meterse con los marroquíes del pueblo, éstos se cansaron y fueron a por él. Llaman a Youssef porque lo respetan mucho».
Un grupo de jubilados en el bar que visitó Santiago Abascal.Dejamos a Verónica convencida de que en Talayuela hay inmigrantes que votan a Vox -«dos de cada 100, pero los hay»- y nos dirigimos hacia la mezquita. Youssef nos muestra la App en la que consultan los horarios de las cinco oraciones del día. Varían en función de cuándo sale el sol. La próxima, Dhuhr, es a las 13.15 horas.
Unos 70 hombres se descalzan y entran por la puerta principal. La de las mujeres está en las traseras, pero dice Youssef que no nos molestemos en dar la vuelta porque no habrá ninguna. Inaugurada en 2012, se construyó con los fondos donados.
Su reto ahora es lograr también un cementerio islámico. Durante el Covid-19 no estaba permitido repatriar los cuerpos a Marruecos y se enterró, «a veces más de una persona en la misma tumba», en el de Griñón (Madrid). «Una de las normas principales de enterramiento es que el cuerpo toque tierra. En la pandemia se llegó a una acuerdo con la consejería de Sanidad para que se nos permita llenar el féretro de tierra, pero no nos dan una parcela para hacerlo», explica Youssef.
Dada la ascendencia que el joven parece tener entre los talayuelanos le preguntamos si los partidos políticos no han querido captarlo para sus listas. Directa o indirectamente todos lo han intentado, responde. «Ahí me lo propuso Vox», dice señalando a una mesa del restaurante Las Palomas, donde comemos juntos. «En el momento en que me metiera en un partido ya no podría hacer bien mi función de intermediación», dice.
Es durante la comida donde surge la fisura a la idílica convivencia que Youssef nos ha retratado. Sentado frente al ventanal del restaurante, capta su atención un puñado de adolescentes marroquíes que pasan por la acera de enfrente: «Estos chavales que ni estudian ni trabajan son los que más me preocupan porque son los que más vulnerabilidad tienen».
En ellos ponen también el foco varios vecinos con los que hablamos tras despedirnos de Youssef. «A corto plazo puede haber problemas con los jóvenes, como en Francia. Como no son españoles ni marroquíes... Le tocas el claxon y se te encaran», dice un agricultor que emplea inmigrantes. «La primera generación vino a trabajar, la segunda ya no. Ya ha pasado en París. Esto se va a convertir en un gueto», insiste otro empresario del campo y la construcción también con inmigrantes contratados.