- NARCISO MICHAVILA
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España avanza hacia la digitalización de los pagos. Tarjetas, móviles y plataformas electrónicas han transformado nuestra manera de comprar y relacionarnos con el dinero.
Pero mientras la tecnología acelera, una certeza permanece: los ciudadanos no están dispuestos a renunciar al efectivo. Así lo confirma el V Barómetro de Denaria, elaborado por GAD3, cuyos datos revelan un respaldo abrumador, y creciente, al dinero físico.
Un 85% de los españoles se declara en contra de su desaparición. Esta cifra, lejos de ser una mera preferencia práctica, refleja un sentimiento profundo: el efectivo se percibe como un bien público, una herramienta de libertad individual y un pilar de inclusión social. En una sociedad cada vez más conectada, donde cada pago deja rastro, el efectivo actúa como la última frontera de la autonomía personal.
Los españoles valoran especialmente tres atributos: privacidad, seguridad frente a fraudes y capacidad para controlar el gasto. Nueve de cada diez opinan que "es un medio de pago que siempre funciona". No depende de baterías, no falla si no hay cobertura, no exige habilidades digitales y no se ve afectado por ciberataques. Y quizá por eso, incluso quienes pagan mayoritariamente con tarjeta consideran imprescindible que siga existiendo.
Pero el barómetro muestra también una creciente preocupación: un 61% de los ciudadanos percibe que utilizar efectivo se está volviendo más difícil. La reducción de cajeros, la exigencia de consumos mínimos o la negativa de algunos comercios a aceptar billetes alimentan la sensación de que el efectivo está siendo empujado, poco a poco, hacia los márgenes.
Esta tendencia inquieta especialmente a dos colectivos: los mayores de 65 años y los hogares de menor renta. Entre los primeros, el rechazo a que desaparezca el efectivo roza el 90%; entre los segundos, el efectivo sigue siendo el método de pago preferido.
Brecha financiera
La brecha digital se convierte así en brecha financiera. No hablamos de nostalgia, sino de accesibilidad. Para muchos ciudadanos, pagar en efectivo no es una elección romántica, sino la forma más sencilla, o la única posible, de gestionar su economía. La digitalización sin alternativas corre el riesgo de dejar fuera a quienes más protección necesitan.
El reto, por tanto, no está en frenar la innovación, sino en garantizar que nadie quede atrás. La convivencia entre medios de pago es la clave. España ha logrado grandes avances tecnológicos sin dejar de ser un país donde el efectivo sigue teniendo un papel social irremplazable. No se trata de elegir entre pasado y futuro, sino de asegurar que la transición digital sea inclusiva y respetuosa con las preferencias de la mayoría.
El V Barómetro de Denaria pone números a una realidad que la sociología ya intuía: los ciudadanos ven en el efectivo algo más que un instrumento económico. Es una garantía silenciosa, un seguro de autonomía y un elemento de equilibrio en un ecosistema financiero cada vez más complejo.
Su posible desaparición no genera un debate técnico, sino emocional y cívico. En palabras que bien podrían firmarse desde la sociología electoral, hay consensos que definen a una sociedad. La defensa del dinero en efectivo es uno de ellos. Porque, al final, lo que está en juego no es cómo pagamos, sino cómo queremos vivir.
Narciso Michavila | Presidente de GAD3
El fin de un ciclo políticoEse hombreTecnologías duales: la clave del nuevo ciclo inversor en Defensa Comentar ÚLTIMA HORA