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Internacional

El espíritu perdido de la Transición

El espíritu perdido de la Transición
Artículo Completo 663 palabras
En tiempos de polarización extrema la apelación al diálogo constituye un ejercicio de responsabilidad

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El Rey, durante su discurso de Nochebuena. EFE

Alberto Surio

Domingo, 28 de diciembre 2025, 00:05

... una vigencia indiscutible: el espíritu de convivencia que hizo posible la Transición. No se trató de un ejercicio de nostalgia ni de una apelación retórica al pasado, sino de un recordatorio sereno de que los grandes avances colectivos en España han nacido siempre del acuerdo, la generosidad y la renuncia a los maximalismos.

Ese llamamiento a la convivencia contrasta con las críticas fáciles que, desde ciertos sectores de la izquierda radical, se lanzan contra la Transición, presentada a menudo como un pacto de élites o como una renuncia imperdonable. Se olvida así que aquel periodo fue, ante todo, un ejercicio de responsabilidad colectiva en un país que salía de una dictadura y que carecía de referentes democráticos recientes. Deslegitimar ese legado sin ofrecer alternativas realistas no solo empobrece el debate, sino que erosiona los consensos básicos sobre los que se asienta nuestra vida común.

Tampoco es casual que el discurso del Rey incomode a los nacionalismos, cuya lógica se alimenta del agravio permanente y de la confrontación identitaria. El espíritu de la Transición, basado en el reconocimiento mutuo y en la integración de la diversidad dentro de un proyecto compartido, choca frontalmente con los relatos excluyentes que buscan fracturar la sociedad en bloques irreconciliables. Recordar que la Constitución fue fruto de un amplio acuerdo territorial y político es, en ese sentido, un antídoto contra la simplificación y el victimismo.

Llama la atención, asimismo, el silencio inicial de Vox ante un mensaje que apela a la unidad desde el respeto y el pluralismo. La tardanza en reaccionar casi dos días puede interpretarse como incomodidad ante una visión de España que no se construye desde la confrontación permanente ni desde la nostalgia autoritaria, sino desde el pacto y la convivencia. En tiempos de discursos inflamados y soluciones simplistas, la lenta respuesta dice tanto como una crítica abierta.

El valor del discurso de Felipe VI reside precisamente en su tono: firme pero conciliador, claro sin caer en la provocación. No se trata de negar los problemas actuales ni de idealizar el pasado, sino de rescatar una cultura política que hoy parece en peligro. La Transición demostró que es posible avanzar sin humillar al adversario y que la cesión mutua no es una derrota, sino una inversión en estabilidad y progreso.

En una sociedad cada vez más fragmentada, donde las redes sociales amplifican los extremos y penalizan la moderación, la reivindicación del espíritu de convivencia resulta casi contracultural. Sin embargo, es ahí donde radica su importancia. La democracia no se sostiene solo sobre leyes e instituciones, sino sobre una ética cívica que acepta la discrepancia sin convertirla en enemistad.

El discurso del Rey no ofrece recetas mágicas, pero sí un marco de referencia. Recordar de dónde venimos ayuda a decidir hacia dónde queremos ir. En tiempos de polarización, recuperar el espíritu de la Transición no es mirar atrás, sino reafirmar la voluntad de seguir viviendo juntos en la diversidad, con respeto y con la convicción de que el acuerdo sigue siendo la herramienta más poderosa de la política democrática.

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Fuente original: Leer en Diario Sur - Ultima hora
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