- GILLIAN TETT
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Hace un par de meses, el Ministerio de Finanzas de Alemania tomó una medida notable: canceló la emisión planeada para Navidad de una moneda de plata conmemorativa de los Reyes Magos y de una segunda también de plata (menos festiva) que celebra los monorrieles.
¿La razón? Los precios de la plata se dispararon en octubre hasta 53 dólares por onza, un nivel en el que "el valor material de las monedas alemanas de plata de 20 y 25 euros supera su respectivo valor nominal por un margen significativo", según el Ministerio de Hacienda. En pocas palabras: emitir esas monedas ya no tenía sentido económico.
Desde entonces, los precios de la plata han seguido subiendo. Ha alcanzado los 64 dólares por onza, casi el doble que hace un año, después de que la Fed recortara los tipos de interés en 25 puntos básicos.
Esto eclipsa el repunte de casi el 60% del oro este año, que es el que ha acaparado la atención. De hecho, el aumento del precio de la plata ha sido tan "parabólico", según la jerga del mercado. Un repunte así solo se ha visto dos veces en la historia reciente: a finales de los setenta (en medio de una crisis del petróleo e inflacionaria) y en 2008 (la crisis financiera mundial).
Lo que cabe destacar en esta ocasión es que el aumento del precio de la plata no se produce junto con un colapso de los mercados; o al menos no todavía. Esto hace, en el mejor de los casos, que el patrón sea inusual y, en el peor, potencialmente ominoso.
¿Qué explica esto? La respuesta reside en una combinación de miedo y codicia, junto con el aumento de la financiación.
La codicia: en el último año, la demanda industrial de plata ha aumentado de forma constante, especialmente en los vehículos eléctricos y los chips informáticos. Si nos guiamos por la historia, esto acabará provocando una expansión de la oferta (un aumento de la minería).
Pero como esto no se puede implantar rápidamente, la oferta y la demanda están desequilibradas. Y este desequilibrio se ha intensificado porque la Casa Blanca dijo que la plata es materia prima estratégica, lo que generó temores de aranceles inminentes.
Así que se ha producido un acaparamiento en EEUU, que ha exacerbado la escasez en otras partes, creando diferencias de precios alarmantes entre Londres y Nueva York. Y, como era de esperar, corren rumores de que algunos financieros astutos han explotado esta diferencia.
De ser así, se trata de un pálido eco de la dislocación especulativa -es decir, las distorsiones de precios causadas por financieros agresivos que intentaban obtener ganancias- que estallaron en 1980, cuando un equipo fraternal de comerciantes conocido como los hermanos Hunt desató una compresión en los mercados de plata.
Hay también un tercer factor detrás del aumento de precios de la plata: la fiebre minorista aumenta. En particular, la sensación de "FOMO" (miedo a perderse algo) está impulsando a los inversores a apostar por sectores vinculados a la IA, junto con el oro y las criptos. Y, dado que los precios de estos activos han subido, algunos inversores recurren a la plata, porque se dan cuenta de que tiene usos en el mundo real, a diferencia de muchos otros activos especulativos. Esto la ha hecho doblemente atractiva. La plata, por así decirlo, es el nuevo oro.
Luego está el miedo. Dado que la Fed ha recortado los tipos tres veces este año, incluso con la inflación por encima del objetivo del 2%, preocupa que los gobiernos obliguen a los bancos centrales a recortar los tipos para facilitar el pago de su creciente deuda.
"Todo es inflacionario", advierte Steven Blitz, economista jefe para EEUU de TD Lombard, a los clientes esta semana, señalando que además del recorte de tasas, la Fed se comprometió a reiniciar las compras de bonos del Tesoro. Esto ha impulsado al alza los rendimientos de los bonos a largo plazo en EEUU -y en otros países- en 2025. "Este patrón de aumento de los tipos de interés a largo plazo es muy inusual si analizamos la reacción histórica durante los ciclos de recortes de la Fed [anteriores]", señala Apollo.
Esto también está llevando a algunos inversores a adoptar los lingotes como una cobertura contra el riesgo de que la inflación o incluso el impago erosionen el valor de las monedas fiduciarias.
Algunos, como el secretario del Tesoro de EEUU, Scott Bessent, ven estas preocupaciones absurdas. La semana pasada, publicó una alegre publicación en redes sociales con el personaje de dibujos animados Franklin la Tortuga, instando a los ahorradores a comprar más bonos del Tesoro porque cree que son una reserva de valor fiable.
Y, como podrían señalar los historiadores financieros, no hay garantía de que ni la plata ni el oro sean un activo más fiable. Al contrario, el precio de la plata ha sido tan volátil en el pasado, debido a la escasez del mercado, que los operadores bromean diciendo que es el metal precioso que "hace viudas", porque puede generar grandes pérdidas. Los hermanos Hunt son un buen ejemplo: tras dispararse el precio en 1980, se desplomaron, aniquilando a los inversores. Eso podría volver a ocurrir. Pero ahora el miedo y la codicia siguen vigentes, y se intensifican por la incertidumbre sobre las posibles medidas del presidente de EEUU, Donald Trump, en la Fed o con los aranceles. En ese sentido, la fallida moneda navideña es una potente señal de estos tiempos, donde la exuberancia y la inquietud se entrelazan en los mercados.
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