- TOM BURNS MARAÑÓN
La Estrategia de Seguridad Nacional presentada por Trump para su segundo mandato destaca por su diplomática vehemencia antieuropea, acusando a los gobiernos de la UE de censurar la libertad de expresión, de suprimir la oposición política y de socavar, en cada caso, la soberanía popular.
1984 fue el título del terrorífico relato de un futuro absolutismo político bajo la nube del holocausto nuclear que un ya muy enfermo George Orwell publicó en 1949 poco antes de morir de tuberculosis. Los que no han leído este clásico del género distópico saben al menos que describe una sociedad que vive atenta a las pantallas, a las cámaras y a los micrófonos del poder y que está subyugada por el Gran Hermano que dirige el pensamiento humano.
Es ciertamente irónico, ahora que la inteligencia artificial domina tantas conversaciones, que lo más destacado que sucedió en aquel lejano año que inmortalizó la novela de Orwell fue que Apple lanzó el Macintosh 128K, el primer computador personal que se comercializaría con éxito global. Desde aquel 1984 las posibilidades de la vigilancia y del seguimiento han avanzado mucho. El high tech que corre rápido y rompe cosas ha hecho posible una total intrusión en el hábitat de cada individuo que solo el moribundo Orwell pudo imaginar.
Los que sí han leído 1984 saben que Orwell describe un mundo que está dividido entre tres superpoderes, cuyos totalitarios dirigentes fiscalizan hasta la respiración de sus poblaciones y las avasallan con su propaganda. El Gran Hermano porfía con los omnipotentes dictadores de los otros dos bloques, creando y deshaciendo acuerdos, para hacerse con los valiosos recursos de África y del Oriente Medio.
El territorio del Gran Hermano, que se llama Oceanía, está compuesto por las Américas, las Islas Británicas, Australia y Nueva Zelanda, y sus adversarios/aliados son Eurasia, formada por Europa y Rusia, y Asia Oriental, que abarca China, Japón, Corea y parte de India. Cuando se tiene esto presente, se diría que Orwell profetizó el mapamundi de Donald Trump, de Vladímir Putin y de Xi Jinping.
Trump, que fue elegido para un segundo mandato en 2024, sesenta años después de la aparición de 1984, ha diseñado el mismo reparto territorial de la novela y promete llevar a la práctica el consiguiente juego de tronos. Al estar abocados a ser incluidos en Eurasia, los dirigentes europeos están, comprensiblemente, consternados.
La aflicción se debe a que Trump ha cumplido con la convención estadounidense que dicta que el presidente ha de propagar en el primer año de su mandato un nuevo U.S. National Security Strategy. Este es un documento que pone, negro sobre blanco, los principios y las prioridades que orientarán la estrategia de seguridad nacional de la Casa Blanca. Visto desde los despachos del poder europeo, el oficio de Trump 2.0 es la incorrección pura y dura.
La que ha propuesto Trump en su vuelta al poder se aparta radicalmente de las anteriores exposiciones estratégicas y de la que él mismo firmó en 2017 al comienzo de su primer mandato. No faltan quienes dicen que su estrategia nos llevará al Götterdämmerung, al ocaso de los Dioses y el catastrófico fin del mundo. Alegan que la estrategia trumpiana conduce a la distopia posapocalíptica. Podía haber sido redactada por el propio Orwell.
En el plan estratégico que difundió en 2017 Trump se mantuvo dentro de las coordenadas establecidas por presidentes pasados a lo largo de los ochenta años que han pasado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Durante y después de la Guerra Fría, Estados Unidos, la ciudad que brillaba en lo alto de la colina, lideraba el mundo libre frente al totalitarismo.
El adversario era Rusia, antes la Unión Soviética, y a partir del cambio de siglo lo era a la vez China, que se convertía en potencia económica. Lo sería también Corea del Norte con sus misiles intercontinentales. Europa era la amiga, la fiel y la de siempre, si bien, ya en tiempos de Barack Obama, Estados Unidos la pedía aumentar su contribución diplomática, económica y militar a la Defensa y seguridad de los valores occidentales.
El documento estratégico refleja hasta qué punto el Trump de 2025 ya no es el promotor inmobiliario y la estrella televisiva que ante la sorpresa generalizada se estrenaba como presidente en 2017 cuando no conocía a prácticamente nadie en el circuito político de Washington.
Hoy según él, es presidente por la intervención divina que desvió la bala que le hubiera estallado en su cabeza. Se ha rodeado de ideólogos fuertemente leales, está al frente del movimiento Make America Great Again que rinde culto al líder, y cuenta con una agenda rupturista que ha sido esbozada por las élites de una nueva era tecnológica que pone a America First.
La estrategia 2025 que el Gran Hermano Trump de Oceanía ha hecho público estos días no menciona la amenaza militar rusa, china y norcoreana como hacían presidentes anteriores, y él mismo en 2017. China, la del bloque de Asia Oriental en la novela de Orwell, solamente representa un reto comercial y a Rusia, que no es señalada en ningún momento como potencia agresora, Estados Unidos le deja hacer lo que quiera.
Trump presume de ser un hombre fuerte y está a gusto con otros hombres fuertes. Entre ellos se entienden y con ellos él puede lucirse, como exitoso hombre de negocios, a la hora de sellar beneficiosos acuerdos transaccionales. Esto no es novedoso como tampoco lo es su desprecio hacia una Europa que considera decrépita y decadente. Pero lo sorprendente es la cero diplomática vehemencia antieuropea que recorre el documento oficial.
Según el National Security Strategy 2025, el agotamiento económico de Europa es "eclipsado por una real y rígida perspectiva que borrar su civilización". Afirma que si persisten las tendencias actuales, y concretamente las que conciernen a la inmigración, "Europa no será reconocible dentro de veinte años o menos." Acusa a los gobiernos europeos de censurar la libertad de expresión, de suprimir la oposición política y de socavar, en cada caso, la soberanía, la identidad nacional y la autoconfianza del pueblo.
El documento dice que la diplomacia americana ha de seguir apoyando "las celebraciones, sin complejos, de la historia y el carácter individual y de las naciones europeas" y alentar el "resurgimiento de este espíritu." Puede que la más polémica de las muchas discutibles opiniones que expresa sea la que se refiere a la "creciente influencia de patrióticos partidos europeos". Este auge, dice, "promueve gran optimismo."
La preferencia que tiene el mundo MAGA, Trump y su vicepresidente JD Vance, y también, los grandes donantes del Gran Hermano como Elon Musk por los insurgentes partidos autodenominados "patrióticos" que han surgido en Europa es bien conocida. No pierden ocasión para animar, entre otros, a Reform en Reino Unido, Alternative für Deutschland en Alemania y el Rassemblement National que preside Marine Le Pen en Francia y a Vox en España. Pero hasta ahora esa querencia no figuraba como positiva en un documento oficial ni, mucho menos, como orientativa de la política de seguridad de Estados Unidos.
Lo crucial de este documento es que dice con cristalina claridad que la administración de Trump no comparte las "expectativas poco realistas" de las europeas en torno a la guerra de Ucrania. Por ello el plan estratégico aboga por el "restablecimiento de las condiciones de estabilidad dentro de Europa" y por la "estabilidad estratégica con Rusia".
Esto significa, para empezar, darle a Rusia el acuerdo territorial que quiere, levantar las sanciones que penalizan su economía, liberar los activos financieros que han sido congelados en Europa, reparar los gaseoductos bajos las aguas del Báltico, comprar su gas y tratar con el debido respeto a sus oligarcas,
Lo que la Casa Blanca está diciendo a los gobiernos europeos es que dejen de financiar y armar a Ucrania. Y lo que está sugiriendo es que más le valdría a Europa caer en la cuenta de que forma parte del bloque Eurasia de 1984 y que, por lo tanto, ha de apaciguar a Rusia. Y, por descontado, los europeos han de dejar de estorbar las estables y potencialmente lucrativas relaciones comerciales que Trump desea con Rusia y, concretamente, con su amigo Putin.
Por enésima vez, y nada más digerir el contenido del National Security Strategy 2025, el núcleo duro de las democracias liberales europeas, Alemania, Francia y Reino Unido, que apoya a Ucrania se reunió, esta vez en Londres, a principios de semana con Volodímir Zelenski. Y de nuevo el británico Sir Keir Starmer, el presidente Emmanuel Macron y el canciller alemán Friedrich Merz tuvieron bien poco que ofrecer más allá de las buenas y consabidas palabras de aliento.
Trump tiene la medida de la debilidad de todos ellos y la efusiva lisonja que emplean cuando le tratan en el Despacho Oval no se lo quitará de la cabeza. Sin, al menos, la inteligencia que proveen las analistas de Estados Unidos y los satélites de Musk, Zelenski tiene poco o nada que hacer.
La tesis trumpiana en cuanto al irremediable declive de Europa bajo su actual clase política puede que se haga realidad en estas próximas fiestas navideñas si, como espera Trump, Zelenski acepta las condiciones para el cese de hostilidades que Estados Unidos ha negociado con Rusia.
Llamarlo eso "paz" le hubiera indignado a Orwell. Hubiera dicho equivale a decir que dos más dos suman cinco. En 1984 el Gran Hermano les instruye a todos que la "Guerra es la paz, la esclavitud es la libertad y la ignorancia es la fortaleza". Hoy Trump dice que el totalitario y criminal de guerra Putin es estupendo.
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