- AMY MACKINNON
Los ataques del presidente de EEUU a sus aliados extienden su campaña para desmontar los pilares del poder liberal.
Según Donald Trump, Londres está gobernada por un "alcalde horrible, agresivo y repugnante", Sadiq Khan. Los líderes europeos son "débiles", sus naciones "están en decadencia" y la UE se creó para "fastidiar" a EEUU.
Trump reserva gran parte de sus críticas más duras para los aliados de EEUU en Europa. La frustración del presidente estadounidense con los miembros de la OTAN por su incumplimiento de los objetivos de gasto en defensa de la alianza era bien conocida. No así el nivel de antipatía.
"Fue como si surgiera de la nada", afirma Jeremy Shapiro, director de investigación del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, quien ha estudiado los recientes debates sobre política exterior dentro del Partido Republicano. "Esto no formaba parte del debate en el mundo MAGA antes del [segundo] mandato".
Parte de esto, según analistas y exasesores del presidente, se debe a disputas sobre el comercio, la regulación tecnológica y climática, y el gasto en defensa.
"La UE simplemente lo irrita mucho más que cualquier otro socio comercial. Le resulta difícil tratar con ella", asegura un ex alto funcionario estadounidense que formó parte de la segunda Administración Trump.
Trump ha fusionado la economía con la defensa y la seguridad nacional, difuminando las fronteras entre la UE y la OTAN, a pesar de no ser lo mismo.
"Cuando estos países hablan como parte de la OTAN, insisten en que la cooperación transatlántica es la piedra angular de nuestra seguridad mutua", publicó el subsecretario de Estado Christopher Landau en redes sociales. "Pero cuando estos países hablan como parte de la UE, persiguen todo tipo de agendas que a menudo son totalmente contrarias a los intereses y la seguridad de EEUU".
Sin embargo, la preocupación por la política interna de los países europeos parece ir más allá de los desacuerdos políticos. La nueva estrategia de seguridad nacional de Trump exigía "fomentar la resistencia" dentro del bloque y priorizaba la profundización de los lazos con las naciones "sanas" del centro y el este de Europa, de tendencia conservadora.
"Lo que no les gusta de Europa es lo mismo que no les gusta de EEUU", explica Justin Logan, director de estudios de defensa y política exterior del Cato Institute.
"No les entusiasma la inmigración. Creen que está cambiando el carácter del país. No les entusiasma el exceso de regulación".
El documento, publicado discretamente en la red la semana pasada, advierte que Europa se enfrenta a la "desaparición de una civilización" como resultado de la inmigración masiva y la caída de la natalidad.
"Es más que plausible que en unas pocas décadas como máximo, ciertos miembros de la OTAN se conviertan en mayoritariamente no europeos. Por lo tanto, es una incógnita si considerarán su lugar en el mundo, o su alianza con EEUU, de la misma manera que quienes firmaron la carta de la OTAN", advierte.
El documento representa un cambio radical con respecto a décadas de política exterior estadounidense, pero también con respecto al primer mandato de Trump. Su estrategia de seguridad nacional de 2017 adoptó un tono mucho más convencional sobre Europa, hablando de intereses e ideales compartidos.
Refleja cuatro años dedicados a construir la columna vertebral institucional e intelectual del movimiento MAGA durante la Administración Biden.
Fue durante ese período cuando los principales pensadores del movimiento se dieron cuenta de que, para llevar a cabo la totalidad de su agenda, necesitaban hacer algo más que recuperar el control del Gobierno, afirma Shapiro.
"Durante el interregno, llegaron a la conclusión de que la razón del fracaso del primer mandato de Trump fue que no había comprendido que el poder liberal no sólo proviene de controlar la presidencia y el Congreso, sino de las instituciones de poder más amplias dentro de la cultura", explica Shapiro.
El segundo mandato de Trump se ha caracterizado por una agresiva campaña contra los supuestos bastiones de la élite liberal: bufetes de abogados, universidades, medios de comunicación y el llamado estado profundo de funcionarios gubernamentales de carrera.
"Consideran a Europa como uno de estos bastiones liberales. Lo que están haciendo es extender la guerra cultural a Europa", señala Shapiro.
Steve Bannon, ex estratega jefe de Trump y uno de los arquitectos clave del movimiento afirma que los esfuerzos de las naciones europeas por frenar el avance de la extrema derecha en sus propios países se han percibido como un desaire a los fieles del MAGA.
"Europa es a la que más odian", explica. "Esta gente trata el levantamiento nacionalista populista en Europa como a una plaga de langostas, y lo menosprecian. El MAGA estadounidense se dio cuenta de ello".
El vicepresidente J.D. Vance fue uno de los primeros indicios de las frustraciones de la Administración MAGA con Europa.
Semanas después de arrancar el segundo mandato de Trump, Vance pronunció un discurso mordaz en la Conferencia de Seguridad de Múnich que posteriormente se reflejaría en la estrategia de seguridad nacional.
Las declaraciones de Vance sorprendieron a los funcionarios europeos. Los acusó de censura y advirtió que la "amenaza desde dentro" para Europa era mayor que la que representaban China o Rusia, que libra una guerra activa y devastadora en el continente.
Altos funcionarios estadounidenses, entre ellos Vance y el secretario de Estado Marco Rubio, han defendido firmemente al partido ultraderechista alemán Alternativa para Alemania (AfD), cuyos líderes han intentado restar importancia al Holocausto, y han presentado las investigaciones de Berlín al partido como un ataque a la libertad de expresión.
En mayo, Rubio calificó de "tiranía disfrazada" la decisión de la agencia de inteligencia nacional alemana de etiquetar al partido como una organización extremista.
Trump ha forjado buenas relaciones con varios líderes europeos, entre ellos el primer ministro británico Keir Starmer y el presidente finlandés Alexander Stubb, al tiempo que despreciaba el proyecto europeo en general.
Es poco probable que el presidente, que gobierna movido por el instinto y las relaciones personales, se sienta limitado por la visión del mundo establecida en la nueva estrategia de seguridad nacional.
"Esta no es la Carta Magna del trumpismo", afirma Curt Mills, director ejecutivo de The American Conservative.
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