Iñaki Urdangarin ha concedido este jueves, 11 de diciembre, su primera entrevista. Quien fuera duque de Palma y marido de la Infanta Cristina se ha confesado en el programa Pla seqüència de La 2Cat con Jordi Basté. Durante algo más de 50 minutos, el ex cuñado de Felipe VI ha hablado en tono respetuoso de su vida, centrado desde el principio en su paso por la prisión de Brieva, donde permaneció mil días tras la condena de cinco años y diez meses por su papel en el caso Nóos, y exponiendo cómo esa dura experiencia le ha valido para posicionarse en un papel como 'coach' deportivo.
Urdangarin ha confesado que hasta el día previo a su entrada en prisión intentó apelar para no estar encarcelado, pero que le dieron cinco días para ingresar. Así que la decisión fue reunir a su familia en Ginebra para explicar a sus cuatro hijos la situación, pues dos de ellos se encontraban en Rusia de vacaciones.
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- Redacción: B.P
El 19 de junio de 2018, Urdangarin ingresó en la prisión femenina de Brieva, donde empezó "una etapa muy dura", como ha confesado. "Los primeros tres meses no lo hice bien, no estoy orgulloso, no lo hice bien, pasé un bucle negativo. No lo gestioné bien emoción", cuenta, asegurando que su estado anímico provocó que la gente se preocupara por él. "Lloré mucho, los primeros meses, No te lo crees, repasas el proceso y no tienes más salida que ponerte a llorar. No se lo deseo a nadie", ha afirmado.
"Lo mejor que he ganado en la prisión ha sido más equilibrio, me ha quitado de encima cosas del pasado, he tenido la oportunidad de estudiar, de conocerme muy bien, de preparar una nueva etapa de la vida...¿Qué he perdido? Mucho tiempo de angustia, materialmente he perdido todo lo que tenía y una pérdida muy grande: uno de los amores de mi vida, Cristina, que fue un periodo muy duro, lo pasamos muy mal, tuvo consecuencias y me da pena porque es una mujer a la que quiero mucho", se confiesa.
Tras ese periodo y después de conseguir un permiso del juez para tener una bicicleta estática, Urdangarin ha recordado su rutina en el solitario módulo en el que estaba por motivos de seguridad. Porque el deporte se convirtió en su vía de escape. Tenía además de la bicicleta una pelota y una red. "El deporte fue mi medicina, si no tienes un porqué, no tienes un cómo. Me ayudaba a descansar, a estar bien...", ha explicado.
Finalmente, pidió una asistencia de una psicóloga y comenzó a hacer curos de estabilidad emocional: "Me apliqué para gestionar el estrés, la tristeza, el minfulness, el yoga... lo que me fue bien". Todo ello le llevó a apuntarse al master de psicología deportiva de la UNED
Urdangarin tenía locutorios de cuarenta minutos semanales y después vis a vis cada tanto con familia y amigos para "poder hablar tranquilamente". También contaba con fotos de la familia: "Con miradas, tenía a la familia, a amigos..."
Los pasos hacia la libertad fueron paulatinos. Primero. Urdangarin consiguió un trabajo en un hogar social en Madrid. Después, con el tercer grado, pudo irse a Vitoria a un trabajo que le consiguió un amigo a vivir con su madre, una etapa que asegura recuerda como muy bonita. "Mi madre y mis hijos saben que el hijo o el padre no tenía voluntad de delinquir", asegura.